(Reflexiones sobre el Evangelio de san Juan 14,15-21)
6º Domingo de Pascua

Este domingo seguimos leyendo parte del discurso-oración de Jesús en la Última Cena. Aquí, Jesús prepara a sus discípulos para que puedan continuar su misión cuando Él se haya marchado. La partida del Maestro no debería de causar tristeza ni miedo. La clave para lograrlo es que imiten su estilo de vida guardando sus mandamientos.
“Guardar los mandamientos” no quiere decir que se tengan que colocar en un lugar escondido o en una caja de seguridad para protegerlo de los ladrones. Por el contrario, se necesita hacerlos vida, se requiere ponerlos en práctica, se trata de sacarlos a la luz. Jesús ya no pide cumplir los diez mandamientos de Moisés; su pretensión es una osadía porque pide que nos identifiquemos plenamente con su persona. Así, más que obedecer normas, estamos invitados a parecernos cada vez más a Jesús. En realidad nos conviene hacerlo porque estando identificados con Él nos mantendremos en el camino que nos lleva al Padre.
Me parece importante tener presente que el tiempo de Pascua se caracteriza por la alegría. En estos tiempos de contingencia y cuarentena necesitamos voltear a ver al Resucitado porque todos necesitamos paz y ánimos y alegría. Puede que la pandemia sea como una tormenta que eclipse la presencia de Dios en nuestra vida. Por eso, en este momento nos toca aprender a confiar en la providencia de Jesús, pues sólo confiando en Cristo Resucitado y en la fuerza de suEspíritu podremos encontrar la clave de la serenidad interior para seguir caminando con entusiasmo.
Por último, me gustaría que te preguntaras: ¿estás dándole a la Pascua la importancia que merece en nuestra vida cristiana? Observa cómo, cuando llega la Navidad, nos alegramos y hasta adornamos nuestros hogares para celebrarla. Pero pregúntate ¿por qué no sucede lo mismo cuando llega la Pascua? Ojalá que la alegría del Resucitado se note en nuestro rostro y en nuestro hogar. Durante este domingo pidamos al Padre que se note en nuestra mirada que estamos llenos de esa Pascua y que la meditación de la Palabra dé en nosotros frutos abundantes y fortaleza a nuestras vidas.
P. Antonio G Escobedo Hdz, c.m.
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