XVIII Domingo Ordinario (Mt 14,13-21)
2 de Agosto de 2020

En el evangelio del día de hoy, Mateo narra el milagro de la multiplicación de los panes. Aquí nos dice que Jesús dio de comer a cinco mil hombres sin contar a las mujeres ni a los niños. Todos ellos estaban hambrientos. Es obvio que para quitar el hambre haya utilizado panes y peces porque éste era el alimento básico para la mayoría de los habitantes de la región. Lo que no es tan obvio son algunos elementos que pasan desapercibidos y que me gustaría profundizar en esta reflexión.
El primer elemento que vale la pena mencionar es el lugar donde se encontraban: era una zona desértica que Jesús había buscado para sí mismo y para sus discípulos. Sin embargo su propósito cambia porque la multitud lo sigue. ¡Qué frustración necesitar tiempo para estar solo y no conseguirlo! Jesús tendría buenos motivos para estar enfadado con la muchedumbre por interrumpirlo. En vez de ello, siente compasión, sana a los enfermos y, por si fuera poco, después los alimentará. Nosotros, ¿sabemos ser comprensivos cuando nos interrumpen y cambian nuestros planes?
El segundo aspecto que necesitamos reflexionar es el actuar de los discípulos. Notemos que ninguno de los evangelios nos dice cómo sucedió el milagro. Parece que evitan dar pormenores para que no perdamos de vista que, junto con Jesús, los discípulos tienen un papel protagónico. En efecto, cuando llegó la tarde, son ellos quienes sugieren a Jesús que despida a la multitud. Era lo más lógico porque, para llegar a Jesús, la gente había tenido que recorrer una larga distancia y no había aldeas cercanas con negocios para encontrar alimento. Además, necesitaban regresar a sus hogares, lo que implicaría otra larga caminata. Lo hermoso de este pasaje es que los apóstoles se han percatado de una necesidad y, como María en las bodas de Caná, se la presentan a Jesús. A diferencia de María, los apóstoles van con Jesús presentándole la solución: “despide a la multitud…”. Es un grave error porque han olvidado que el Maestro y Señor es Jesús. Nosotros, cuando vamos con Jesús ¿lo buscamos para que nos ayude a encontrar solución a nuestras dificultades o, más bien, queremos convencerlo de hacer nuestra voluntad?
La respuesta de Jesús habrá dejado atónitos a los discípulos: “denles ustedes de comer”. Seguramente habrán pensado que era una tarea descabellada. Pero en realidad no habían comprendido que quien daría de comer era Jesús. Es cierto, Jesús proveerá del alimento pero, sin lugar a dudas, necesitará de la colaboración de los discípulos. Este aspecto necesitamos subrayarlo, pues los evangelistas nunca presentan a Jesús actuando como un superhéroe que hace las cosas por sí mismo; por el contrario,requiere de nuestra ayuda para que los milagros se lleven a cabo. Apreciemos que para realizar el plan de Dios es necesaria la intervención tanto de Jesus como la disponibilidad de nosotros. Sin estas condiciones el milagro no se realiza. ¿Te has puesto a pensar en los milagros que Jesús ha realizado con tu ayuda? Tal vez en este domingo convenga detenerse y valorarlo.
Finalmente, me parece que así como Jesús pidió a los discípulos alimentar a la multitud, de la misma manera lo pide a cada uno de nosotros. La orden “denles ustedes de comer” también nos incumbe. Después de habernos saciado con su Palabra y de habernos llenado de su Amor, Él nos invita a dar ese mismo alimento a la multitud hambrienta. Hay más de cinco mil que siguen esperando ser alimentados. ¿Te animas a distribuir el pan y los peces que Jesús nos da?
P. Tony Escobedo, c.m.
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