XVI Domingo Ordinario (Mt 13,24-43)
19 de Julio de 2020

Ante una situación desagradable, solemos hacernos estas preguntas: ¿por qué permite Dios tanto mal? ¿Por qué no castiga a los malhechores que cometen grandes injusticias? Jesús trata de responder a esas preguntas con una de las tres parábolas de hoy. Observemos que no se trata de una respuesta teórica, más bien Jesús busca hacer pensar a sus oyentes narrando hechos de la vida cotidiana. En esta reflexión comentaremos la parábola del trigo y la cizaña.
La cizaña es una planta bastante conocida en nuestros días al igual que en tiempos de Jesús. Su nombre científico es lolium temulentum (popularmente conocida como “falso trigo” o “cizaña embriagante”). Es de utilidad decir alguna palabra sobre esta planta para comprender mejor la parábola: la cizaña regularmente crece en las mismas zonas donde se siembra trigo y se considera una maleza de ese cultivo. En sus primeras etapas de desarrollo se parece mucho al trigo y por eso es casi imposible diferenciarla. Será más fácil distinguirlas cuando hayan crecido, sin embargo, en ese momento la raíces de las plantas estarán entrelazadas de tal forma que será imposible quitar la cizaña sin destruir parte del trigo. Se requiere por tanto, esperar hasta la cosecha y la trilla para poder separarlos, tal como lo dice el propietario del campo en el evangelio de este domingo.
Es indispensable separar la cizaña porque es algo venenosa ya que suele contaminarse de un hongo tóxico que se acumula en el grano. Cuando se consume, provoca vértigos y malestares y tiene efectos similares a los de un narcótico. Además, la harina de la cizaña tiene un gusto amargo y desagradable. Por si fuera poco, separar el trigo de la cizaña es un trabajo demucha paciencia porque los granos se asemejan tanto en forma como en tamaño, distinguiéndose solamente en que los granos de la cizaña suelen ser de color gris.
La parábola advierte abiertamente que en todas partes encontraremos tanto gente buena como mala. También señala lo difícil que es distinguir los unos de los otros. Creo que en este domingo podemos preguntarnos: ¿por qué se parecen tanto el buen grano y la cizaña, o bien, por qué es tan difícil distinguir a una persona con buenas intenciones de otra que no las tiene? ¿Emitimos prejuicios tomando como referencia principal la apariencia? ¿Qué hace el trigo para poder sobrevivir acompañado de la cizaña? Ante la presencia inevitable de la cizaña ¿qué nos toca hacer para no llenarnos de su amargura o desazón?
Jesús nos indica que podemos dar fruto a pesar de estar rodeados de un ambiente tóxico. De hecho fue parte de su misión porque estuvo rodeado de pecadores y jamás se contaminó. No nos desanimemos ante la presencia de la cizaña. Tengamos nuestra confianza en que, a pesar de todas las dificultades, siempre puede haber una buena cosecha de granos si nos dejamos ayudar por Jesús.
P. Tony Escobedo, c.m.
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(P. Tony Escobedo c.m.)
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